lunes, 14 de diciembre de 2009

Espejismo de una flor.


A veces te sueño, y me baño entre estrellas y deseos perfumados. Te sospecho como aquel elixir de jubilo, jugando a que te amo entre la imaginación de la gente. Tu piel es tan aterciopelada como la verdad, y tu pelo tiene extractos de pandora.
Pinto tu silueta para borrarla con mi regazo, dibujo tus sombras para estamparlas entre mis brazos.
En ocasiones me gusta ceder ante flechas y purpura, y saborear las entrañas de mis lágrimas, porque pienso que tú estarás ahí para encapuchar los siete círculos en amor iodado.
Me gusta pensar que puedo contarte un secreto con mis ojos, y que ni el mismísimo creador de los cielos podrá saberlo. O que puedo maniatar entre mis cuerdas el acorde que compone tu sonrisa, escribiendo en cada traste poesías nocturnas.
Danzas entre los caminos de mi corazón sembrando impaciencia y brotes confusos que me hacen delirar. Recurres a mi mente con una orquesta de fondo, y me haces enamorarme del cielo, la tierra, el aire, las nubes, y todas aquellas runas que conjuraron tu existencia.
Te espero entre cada melodía, con un café, una cuerda, y un suave brote carmesí espinoso. Te busco en cada rincón, a cada momento, sin saber cual es tu rostro, tu olor y tu pasión.
Volemos hasta deshacernos en ceniza estelar, bésame hasta sacar de mis labios joyas y diamantes.
Necesito que esta noche tus pulpejos lujurien con mis nudillos. Si tan solo pudiera sacarte de esta prisión llamada imaginación.