lunes, 20 de julio de 2009

El recuerdo de una noche olvidada.


Esta noche quise extrañarte. Bebiendo ingrata soledad, envidio a los recuerdos que pueden suspenderse en una pintura durante años, y odio el maldito orgullo protector de la gente, que evitan celebrar lo hermoso de nuestros besos, bloqueando el acaramelado y fino olor del viento que ya bailo por estas pistas.

Esta noche quise anhelarte. Desenvainando dagas, y penetrando sanguinarias imágenes en lo recóndito de la lógica y lo impulsivo, disfrazándome de nigromante de sentimientos, en una noche gemela de aquella donde decidiste dejar de marchitarte, y marchitar mi mundo.

Esta noche quise abrazarte. Sentir los senderos de piel y jazmín que recorren tu seno, dejándome caer en la textura infinita que tejes esplendorosamente bajo una cascada de latidos arrítmicos, donde mi dispráxico corazón se pierde y mi mejilla entra en cólera de fulminante pasión.

Esta noche quise besarte. Deslizarme una vez mas por aquellos perfectos surcos carmesí, que tientan a mis deseos a extraviarse en la cascada delicada de tu roce. Tan solo déjame respirar los suspiros de tu alma una vez mas, para sedar al cumulo de sensaciones que florecen cuando riego con tu recuerdo mi jardín.

Esta noche quise acariciarte. Tener una riña con el sol para convertirme en el único que le imprima matices a tu cabello. Besar con mis dedos cada centímetro del comienzo de tus ideas y el final de tus lágrimas, y oler con mi piel cada pétalo que conjuga tu identidad; suavidad de ángeles plasmados en dermis preciosa.

Hoy es la noche, donde volátiles vuelos comienzan las aves cuando regresas a calmar mi ficticio relato proyectado, en un cielo donde hoy las nubes negras metamorfosean a cuero almendrado.

Esta noche las lágrimas queman tanto como tu olvido, y mi amor no vale más que un recuerdo desechado. Esta noche quise extrañarte, anhelarte, abrazarte, besarte, acariciarte y llorarte, porque se que junto con el primer rayo de sol volveré a olvidarte.

miércoles, 15 de julio de 2009

Mariposa


Prendí velas en un nombre cuando estuve vendado
Hasta que la sed insaciable de lluvia haya cesado
Y cuando creí caer en océanos y lapsus congelante
Una sonrisa embriago la pasión acorazada de manera incesante

Como pintas mariposas en tu rostro hechicera
Te disfrazas de bruja mal criada y robas a los infantes su inocencia de cera
Tus comisuras parecen estar fervientes por contarte un secreto
Mientras socavas en mis pensamientos violetas de concreto

Seduces hasta al melancólico recuerdo que llevo en mi pupila
Inventas historias en las que mi latente cordura, inconsciente vacila
Te encargas de mantener lleno el vaso de las febriles ilusiones
Saciando la sed de mi cincel en relegadas poesías y composiciones

Sin querer removiste el velo color perdido que me arropaba cada noche
Temo lo que dejo si sigo tu vuelo; temo que mi luto, tinta me reproche
Y aunque vives en un espejismo coloreado por mis deseos e idealismo
Juguetes irreales de conciencia, y corazón marchito ya no será el mismo.

lunes, 13 de julio de 2009

Hasta que la muerte los separe.


Perpetua niebla ambiciosa y faroles coordinadamente distantes entre si rodeaban la noche donde el viento susurro el aliento fúnebre del vestido otoñal. Un matiz anaranjado negro regalado por los destellos acorazados de la luz, marcaba el paso de un pasillo invisible, y el aire oscilante entre tres fases se disfrazaba de néctar, para luego saltar desde un natural vértice, dejando huellas de su muerte en el camino.
Una silueta intentaba caminar entre los fríos velos de aquella noche. Era de paso firme, pero de rumbo dubitativo; tanto así que a ratos confundía a la melodía que componían sus pies. Escondía su mirada tras sus cristalinos y eclipsaba cualquier sonido con recurrentes pensamientos mudos y en blanco y negro. Caminaba lento envuelto en un chaquetón de lamentos, con sus manos en los bolsillos como buscando fragmentos de lo que había perdido, acariciando agujeros y barnizando sus dedos. Llevaba una carga ligera, que consistía en tan solo un cuerpo cansado, ya que su alma prefería quedarse en casa observando las cenizas del azulado fuego de la chimenea. No conocía el camino, así que solo le tomaba la mano a la humedad, dejándose llevar por la rutina, que tenia un mapa trazado a la perfección.
Eran las 22:30 cuando llego a la esquina, en donde se cruzaba su pasado y doblaba su futuro. Levanto su mirada, buscando sombras de manera coqueta con la lejanía, pero solo encontró aquel foco palpitante que conversaba cada noche con la esquina, y que siempre resalto el brillo de sus lágrimas. Apoyo su espalda sobre el cuerpo de un ya conocido farol, buscando algún abrazo entre lo espeso del blanco telar. Tomo un respiro al mismo tiempo que una gota caía sobre su hombro, la que se mostraba indecisa acerca de escurrirse por su espalda o por su pecho, cuando se dio cuenta de que su perfume aun estaba en el aire húmedo, por lo que prendió un cigarrillo para embrollar el olor de los recuerdos y la tristeza, sumergiéndose en un viciado letargo suspendido entre la desesperanza y la impaciencia. Eran las 00:00 cuando volvió a levantar la mirada, encontrando solo novias de blanco transparente entre la oscuridad. Ilusiones y sueños inconclusos tendidos nuevamente sobre el madrigal de acuarela oscura, empapan cada idea que intenta bailar entre la seda inquieta del tabaco. Y como afilando el péndulo verdugo, por su mente se tiende la misma pregunta de siempre: ¿Por qué nunca regresaste?
Un viejo vagabundo del destino, que delira finales felices en una vida tan abstracta y absurda como el primer pétalo de la melancolía invernal, jugando a pretender que la nostalgia será el autobús que traerá a ese viejo amor que ya no respira, y que llevo consigo a lo mas profundo y arenoso a su vida y conciencia. Un vagabundo que se rehúsa a compartir una taza de café o una caminata hacia el alba con la soledad. Un vagabundo que le propuso matrimonio a la rutina y a la ilusión obsesiva, maltratando su pecho, desafiando a la suela de sus zapatos, abrigando a su abrigo, siendo fumado por sus cigarrillos, engañado por su inocencia tratando de conjugar la palabra olvido; Merodeador nocturno que repite la misma hora a cada segundo, enclaustrado en el purgatorio eterno de la muerte en vida.