miércoles, 17 de febrero de 2010

La señora Rosa Del Pilar


La señora Rosa Del Pilar, es una mujer que vive dos casas mas haya del primer rayo de sol matinal. Tiene el cabello largo y liso, donde el viento se regocija al experimentar con nuevos matices del negro, platinando los destellos de un errante reflector. Este último tiene un vínculo muy estrecho con sus pechos, frutos aterciopelados de arquitectura perfecta, quienes juegan a ser madre, amamantando la cascada donde confluye el rímel aguado. Sus cejas son el camino hacia tal respingado compositor de suspiros, y su frente le teme a la luz, escondiéndose recelosa entre tupidos mantos angostos. El sol es generoso, y con el extremo de un pincel dibuja una cicatriz placentera sobre sus ojos, permitiéndole tomar una segunda identidad cuando el silencio admira su mudez. Cubre su muñeca como tal fallido suicida, exponiendo el vértice de sus codos de manera tan sensual como sus pechos. Y sus manos son el sigiloso reflejo del misterio; tan afiladas y tergiversadas, que podrían gestar una sonrisa mientras empapa sus dedos en la sangre gris. Con la esencia de su grueso besador parlante, su lujuria se asoma como un sol de las tinieblas entre tan finos montículos carnosos. Se mimetiza entre la muerte del tabaco, y comienza a esconderse al tercer vaso de whisky. Sus ojos solamente los conoce su enamorado escultor, y regala su virginidad a quien maneje el perfecto lenguaje de los oleos. Pinta y decora sombras con cada centímetro de su cuerpo, e interpreta melodías de jazz al ritmo de un saxofón afinado entre cuerdas estáticas.
Es la más elegante, a pesar de que su cuerpo se vende como el de una prostituta.
Puede viajar a donde sea, a pesar de que su mundo esta limitado por una colonial madera dorada.
Tiene infinitos colores, a pesar de que nació entre acuarelas nocturnas.
Todos alucinan con poseerle y hacerle el amor en el vestíbulo de sus hogares, para que seduzca a cada nuevo y viejo visitante.