miércoles, 31 de marzo de 2010

Mi amante a oscuras


Miro mis manos, miro la silueta dibujada por un farol ya cansado de escucharme, me giro, veo la esencia sombría de mi cuarto. Doy un vistazo al cielo, discurriendo lentamente por mis dedos el telón que cubre a aquella obra maestra que por cada apertura va mostrando mi ventana, y me voy engatusando de esa penumbra tan acogedora a cualquier pensamiento. El brillo estelar y la dama de blanco me invitan a pasar una velada en compañía de ellas; que tentadora oferta para mi corazón que esta mudo de ansias por hablar. Tomé mi chaqueta, y mi bufanda empapada en palabras, y emprendí mi cita nocturna con la metrópolis oscura.

Me gusta sentir la noche, tomar la curvilínea mano del viento, y revelar mis más ocultos secretos. Como dejar de mirar a los árboles en la rivera de este ritual, tentando a tu paladar de sueños a volar junto a la última hoja de su aposento; o aquellos bailes intensos como el tango, al ritmo de una inaudible melodía. Ver como el camino que se forma a tus pies toma matices de un sol opaco, degradándose en recuerdos, y en algún sublime deseo de abrazar mi alma por tan solo un segundo, haber si al abrir los ojos todo ha cambiado perfectamente en un amanecer.

Quizás en lo más profundo de mi ser y de tu sendero, aun busco las hojas del otoño. Quizás solo quiero esconder bajo tu oscuridad la lluvia del invierno. Sin embargo, se que en cada paso que doy en tu compañía, una enredadera de dudas respondes a mi poesía. Me gusta sentirte noche, y saber que solo has reservado este momento para nosotros.