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Esta noche quise extrañarte. Bebiendo ingrata soledad, envidio a los recuerdos que pueden suspenderse en una pintura durante años, y odio el maldito orgullo protector de la gente, que evitan celebrar lo hermoso de nuestros besos, bloqueando el acaramelado y fino olor del viento que ya bailo por estas pistas.
Esta noche quise anhelarte. Desenvainando dagas, y penetrando sanguinarias imágenes en lo recóndito de la lógica y lo impulsivo, disfrazándome de nigromante de sentimientos, en una noche gemela de aquella donde decidiste dejar de marchitarte, y marchitar mi mundo.
Esta noche quise abrazarte. Sentir los senderos de piel y jazmín que recorren tu seno, dejándome caer en la textura infinita que tejes esplendorosamente bajo una cascada de latidos arrítmicos, donde mi dispráxico corazón se pierde y mi mejilla entra en cólera de fulminante pasión.
Esta noche quise besarte. Deslizarme una vez mas por aquellos perfectos surcos carmesí, que tientan a mis deseos a extraviarse en la cascada delicada de tu roce. Tan solo déjame respirar los suspiros de tu alma una vez mas, para sedar al cumulo de sensaciones que florecen cuando riego con tu recuerdo mi jardín.
Esta noche quise acariciarte. Tener una riña con el sol para convertirme en el único que le imprima matices a tu cabello. Besar con mis dedos cada centímetro del comienzo de tus ideas y el final de tus lágrimas, y oler con mi piel cada pétalo que conjuga tu identidad; suavidad de ángeles plasmados en dermis preciosa.
Hoy es la noche, donde volátiles vuelos comienzan las aves cuando regresas a calmar mi ficticio relato proyectado, en un cielo donde hoy las nubes negras metamorfosean a cuero almendrado.
Esta noche las lágrimas queman tanto como tu olvido, y mi amor no vale más que un recuerdo desechado. Esta noche quise extrañarte, anhelarte, abrazarte, besarte, acariciarte y llorarte, porque se que junto con el primer rayo de sol volveré a olvidarte.
Esta noche quise anhelarte. Desenvainando dagas, y penetrando sanguinarias imágenes en lo recóndito de la lógica y lo impulsivo, disfrazándome de nigromante de sentimientos, en una noche gemela de aquella donde decidiste dejar de marchitarte, y marchitar mi mundo.
Esta noche quise abrazarte. Sentir los senderos de piel y jazmín que recorren tu seno, dejándome caer en la textura infinita que tejes esplendorosamente bajo una cascada de latidos arrítmicos, donde mi dispráxico corazón se pierde y mi mejilla entra en cólera de fulminante pasión.
Esta noche quise besarte. Deslizarme una vez mas por aquellos perfectos surcos carmesí, que tientan a mis deseos a extraviarse en la cascada delicada de tu roce. Tan solo déjame respirar los suspiros de tu alma una vez mas, para sedar al cumulo de sensaciones que florecen cuando riego con tu recuerdo mi jardín.
Esta noche quise acariciarte. Tener una riña con el sol para convertirme en el único que le imprima matices a tu cabello. Besar con mis dedos cada centímetro del comienzo de tus ideas y el final de tus lágrimas, y oler con mi piel cada pétalo que conjuga tu identidad; suavidad de ángeles plasmados en dermis preciosa.
Hoy es la noche, donde volátiles vuelos comienzan las aves cuando regresas a calmar mi ficticio relato proyectado, en un cielo donde hoy las nubes negras metamorfosean a cuero almendrado.
Esta noche las lágrimas queman tanto como tu olvido, y mi amor no vale más que un recuerdo desechado. Esta noche quise extrañarte, anhelarte, abrazarte, besarte, acariciarte y llorarte, porque se que junto con el primer rayo de sol volveré a olvidarte.