lunes, 13 de julio de 2009

Hasta que la muerte los separe.


Perpetua niebla ambiciosa y faroles coordinadamente distantes entre si rodeaban la noche donde el viento susurro el aliento fúnebre del vestido otoñal. Un matiz anaranjado negro regalado por los destellos acorazados de la luz, marcaba el paso de un pasillo invisible, y el aire oscilante entre tres fases se disfrazaba de néctar, para luego saltar desde un natural vértice, dejando huellas de su muerte en el camino.
Una silueta intentaba caminar entre los fríos velos de aquella noche. Era de paso firme, pero de rumbo dubitativo; tanto así que a ratos confundía a la melodía que componían sus pies. Escondía su mirada tras sus cristalinos y eclipsaba cualquier sonido con recurrentes pensamientos mudos y en blanco y negro. Caminaba lento envuelto en un chaquetón de lamentos, con sus manos en los bolsillos como buscando fragmentos de lo que había perdido, acariciando agujeros y barnizando sus dedos. Llevaba una carga ligera, que consistía en tan solo un cuerpo cansado, ya que su alma prefería quedarse en casa observando las cenizas del azulado fuego de la chimenea. No conocía el camino, así que solo le tomaba la mano a la humedad, dejándose llevar por la rutina, que tenia un mapa trazado a la perfección.
Eran las 22:30 cuando llego a la esquina, en donde se cruzaba su pasado y doblaba su futuro. Levanto su mirada, buscando sombras de manera coqueta con la lejanía, pero solo encontró aquel foco palpitante que conversaba cada noche con la esquina, y que siempre resalto el brillo de sus lágrimas. Apoyo su espalda sobre el cuerpo de un ya conocido farol, buscando algún abrazo entre lo espeso del blanco telar. Tomo un respiro al mismo tiempo que una gota caía sobre su hombro, la que se mostraba indecisa acerca de escurrirse por su espalda o por su pecho, cuando se dio cuenta de que su perfume aun estaba en el aire húmedo, por lo que prendió un cigarrillo para embrollar el olor de los recuerdos y la tristeza, sumergiéndose en un viciado letargo suspendido entre la desesperanza y la impaciencia. Eran las 00:00 cuando volvió a levantar la mirada, encontrando solo novias de blanco transparente entre la oscuridad. Ilusiones y sueños inconclusos tendidos nuevamente sobre el madrigal de acuarela oscura, empapan cada idea que intenta bailar entre la seda inquieta del tabaco. Y como afilando el péndulo verdugo, por su mente se tiende la misma pregunta de siempre: ¿Por qué nunca regresaste?
Un viejo vagabundo del destino, que delira finales felices en una vida tan abstracta y absurda como el primer pétalo de la melancolía invernal, jugando a pretender que la nostalgia será el autobús que traerá a ese viejo amor que ya no respira, y que llevo consigo a lo mas profundo y arenoso a su vida y conciencia. Un vagabundo que se rehúsa a compartir una taza de café o una caminata hacia el alba con la soledad. Un vagabundo que le propuso matrimonio a la rutina y a la ilusión obsesiva, maltratando su pecho, desafiando a la suela de sus zapatos, abrigando a su abrigo, siendo fumado por sus cigarrillos, engañado por su inocencia tratando de conjugar la palabra olvido; Merodeador nocturno que repite la misma hora a cada segundo, enclaustrado en el purgatorio eterno de la muerte en vida.

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