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La señora Rosa Del Pilar, es una mujer que vive dos casas mas haya del primer rayo de sol matinal. Tiene el cabello largo y liso, donde el viento se regocija al experimentar con nuevos matices del negro, platinando los destellos de un errante reflector. Este último tiene un vínculo muy estrecho con sus pechos, frutos aterciopelados de arquitectura perfecta, quienes juegan a ser madre, amamantando la cascada donde confluye el rímel aguado. Sus cejas son el camino hacia tal respingado compositor de suspiros, y su frente le teme a la luz, escondiéndose recelosa entre tupidos mantos angostos. El sol es generoso, y con el extremo de un pincel dibuja una cicatriz placentera sobre sus ojos, permitiéndole tomar una segunda identidad cuando el silencio admira su mudez. Cubre su muñeca como tal fallido suicida, exponiendo el vértice de sus codos de manera tan sensual como sus pechos. Y sus manos son el sigiloso reflejo del misterio; tan afiladas y tergiversadas, que podrían gestar una sonrisa mientras empapa sus dedos en la sangre gris. Con la esencia de su grueso besador parlante, su lujuria se asoma como un sol de las tinieblas entre tan finos montículos carnosos. Se mimetiza entre la muerte del tabaco, y comienza a esconderse al tercer vaso de whisky. Sus ojos solamente los conoce su enamorado escultor, y regala su virginidad a quien maneje el perfecto lenguaje de los oleos. Pinta y decora sombras con cada centímetro de su cuerpo, e interpreta melodías de jazz al ritmo de un saxofón afinado entre cuerdas estáticas.
Es la más elegante, a pesar de que su cuerpo se vende como el de una prostituta.
Puede viajar a donde sea, a pesar de que su mundo esta limitado por una colonial madera dorada.
Tiene infinitos colores, a pesar de que nació entre acuarelas nocturnas.
Todos alucinan con poseerle y hacerle el amor en el vestíbulo de sus hogares, para que seduzca a cada nuevo y viejo visitante.
Es la más elegante, a pesar de que su cuerpo se vende como el de una prostituta.
Puede viajar a donde sea, a pesar de que su mundo esta limitado por una colonial madera dorada.
Tiene infinitos colores, a pesar de que nació entre acuarelas nocturnas.
Todos alucinan con poseerle y hacerle el amor en el vestíbulo de sus hogares, para que seduzca a cada nuevo y viejo visitante.
1 comentario:
En mi papel de alicaído, ausente (y a veces, frustrado) escritor amateur, y empujado por las circunstacias que todo lo rodean, me surge un cuestionamiento...
para qué escribir?
muchas veces me ha circulado aquella pregunta, pero no le había prestado tanta atencion como ahora
usamos el hilvanar oraciones como válvula de escape de la realidad... o pretendemos enviar un mensaje con ellas?
cuál es el pretexto para escribir de forma adornada y metafórica, corriendo el riesgo de que el sentido con que escribimos se desvirtue al pasar por otras manos?
o es que en un arranque de astucia pretendemos saber cuál es el significado que otras manos le dan a lo que se escribe?
será que acaso pretendemos esconder el sentido que le damos, esperanzados en que sólo algunos pueden entender lo que pretendemos?
cuál será la respuesta correcta? o serán todas?
o es que simplemente nos sentamos a escribir... y sólo a escribir?
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